Ojos más profundos que el agua profunda

El movimiento –o sociedad casi secreta– de los prerrafaelitas fue inmensamente influyente en Francia. Baste reparar en el parecido entre “La joven mártir”, pintada por Paul Delaroche en 1855, y la célebre Ophelia de Millais. Pero el reflejo fue aún mayor en la música. Si el medievalismo –o la idealización de lo medieval– había estado presente en el Tristan und Isolde wagneriano, fue, paradójicamente, el salvocunducto de algunos compositores franceses para escapar del abismo al que Wagner había llevado a la tonalidad funcional, ese sistema consolidado a lo largo de más de cuatro siglos que estructuraba un cierto carácter narrativo, de tensiones y distensiones, a partir de las combinaciones de sonidos. Lo medieval –o lo medieval inventado–, leído por los prerrafaelitas y no por Alemania, fue la puerta de salida que entrevieron Erik Satie y Claude Debussy.

Más que el de impresionista, a Debussy le cabe, precisamente, el rótulo de prerrafaelita. Y en una obra, “La damoiselle élue”, el vínculo es explícito. “La damisela bendita asoma de la franja dorada del cielo; sus ojos como de tumba azul son mucho más profundos incluso que el agua profunda. Ella tiene tres lilas en su mano, y las estrellas en su cabello eran siete”, comienza el poema “The Blessed Damozel”, que Dante Gabriel Rosetti, uno de los fundadores de la hermandad prerrafaelita, había publicado en 1850 y que Debussy leyó en Poètes modernes d’Angleterre, una antología traducida por Gabriel Sarrazin y editada en 1883.

Es posible que el músico no supiera que poco antes, en 1878. , el propio Rosetti había terminado un óleo basado en su poema (ilustración principal). Pero sí había visto otras pinturas suyas y de Millais, en las postales en blanco y negro que se habían popularizado en París y que se vendían como pan caliente en las librerías de las estaciones de tren (el gran negocio inventado por Hachette). En particular lo seducía, además del misterio y ese aire tenuemente medieval, el nuevo ideal de belleza femenina que allí se vislumbraba. Debussy escribió, sobre esa traducción del poema, una cantata para soprano, mezzosoprano o contralto, coro femenino dividido en dos partes y orquesta. “Un pequeño oratorio en una pequeña nota de misticismo pagano”, escribió a André Poniatowski poco después de haber completado la composición, en 1888. La partitura estaba dedicada a Paul Dukas y la obra se estrenó en 1893.

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