Pietro della Valle escribía, en su Tratado sobre la música de nuestra época (Discorso sulla musica dell’età nostra), publicado en 1640: «Cuando se trata de los mejores músicos contemporáneos, aquellos que han sabido añadir a las sutilezas del contrapunto miles de ornamentos –trinos, retardos, síncopas, tremolos, pianos y fortes sorpresivos y otras galanterías poco usadas previamente– debe tenerse en cuenta lo que se escucha cuando tocan Kapsberger en la tiorba, Orazio (Michi) en el arpa y Michelangelo (Rossi) en el violín». Admirador de Sigismundo D’India, junto a quien estuvo al servicio del Cardenal Maurizio de Saboya, en Roma y a mediados de la década de 1620, Michelangelo Rossi, también conocido como Michel Angelo del Violino, además de virtuoso de ese instrumento, fue uno de los autores que llevó más lejos el cromatismo –el movimiento melódico por semitonos– entendido como recurso expresivo. Su música, como la de muchos de los autores de su época (Luzzaschi, Di Lasso, Giaches de Wert, Marenzio, el propio D’India), es un misterio para casi todos. En La poesía cromatica, el genial Huelgas Ensemble, que dirige Paul Van Nevel, registró en vivo, en la Catedral St.Pierre de Saintes, en Francia, trece de sus madrigales, la mayoría de ellos con texto de Battista Guarini, y varias piezas instrumentales.
Ninguna de las obras había sido grabada con anterioridad y entre las cantadas se destaca la conmocionante «Mentre d’ampia voragine tonante», donde se cuenta (se canta) la erupción del Vesubio en 1531. Dos ediciones, por otra parte, permiten acercarse a las fundamentales obras de D’India y Luzzaschi. Uno es el dedicado al tercer libro de madrigales de D’India por el grupo La Venexiana, dirigido por Claudio Cavina, uno de los músicos fundamentales en la concepción de este repertorio a partir de la comprensión del sentido del texto, fallecido tempranamente en 2020. El otro es el reciente Luzzaschi: Il Concerto Segreto, disco debut del notable trío femenino La Néréide.