Nubes II

Jorge Luis Borges, Wislawa Szimborska y Percy Bisshe Shelley (el marido de la célebre Mary, autora de Frankenstein, el moderno Prometeo), entre muchos otros, vieron en las nubes, y en su perpetuo cambio, un signo de lo inmutable. El guitarrista Django Reinhardt, registró por primera vez “Nuages”, una de sus composiciones más perfectas (y más famosas) el 1 de octubre de 1940, junto con Hubert Rostaing en clarinete, Joseph Reinhardt en guitarra rítmica, Francis Luca en contrabajo y Pierre Fouad en batería.
La versión no lo conformó y el 13 de diciembre volvió a grabarla agregando otro clarinete, Alix Combelle, y reemplazando a Luca por Tony Rovira. Existen once registros más de Reinhardt tocando la misma pieza, algunos de ellos en vivo y tomados de transmisiones radiales. El último, con un acompañamiento delgado como algunas nubes, a cargo de “Ses Rythmes” –Maurice Vander en piano, Pierre Michelot en contrabajo y Jean-Louis Viale en batería¬– fue realizado el 11 de marzo de 1953. Dos meses después, el 16 de mayo, Reinhardt murió, a los 43 años, de un derrame cerebral.
Entre todas esas miradas sobre nubes cambiantes, elijo la de 1942, grabada en Bruselas con Stan Brenders et son Grand Orchestre de Danse, y la de 1946 en Londres, con el violinista Stephane Grappelli (su primera vez con una canción que volvió a interpretar en innumerables ocasiones). Maurice Dehette y Jacques Larue escribieron una letra para “Nuages” e Yves Montand la grabó el mismo año de la muerte de Reinhardt –hay un registro anterior, de 1943 por Jeanne Manet–. De las versiones cantadas tal vez la más significativa sea la de Peggy Lee, acompañada por la orquesta de Dave Barbour y grabada en 1946. Aquí la letra es en inglés, fue escrita por Spencer Williams y la canción tiene otro título: “It’s The Bluest Kind of Blues”.
El pianista Oscar Peterson, otro de los que volvió a la pieza una y otra vez, logró una pequeña obra maestra de concisión, en el Festival Shakesperano de Stratford, Ontario, en 1956, cediéndole el protagonismo al guitarrista Herb Ellis y con la firme base de Ray Brown en contrabajo. El gran saxofonista francés Barney Wilen logró una versión única en 1958 junto con músicos asociados al Modern Jazz Quartet: Percy Heath en contrabajo, Kenny Clarke en batería (en 1955 Connie Kay había tomado su lugar en el MJQ) y un muy inusual Milt Jackson en piano. Ese mismo año una orquesta dirigida por Michel Legrand –el célebre autor de músicas para el cine–, con solistas de la talla del trombonista Jimmy Cleveland , el pianista Hank Jones y el saxofonista Ben Webster, grabó su lujosa lectura de “Nuages” y el año siguiente Milt Jackson, esta vez en su habitual vibráfono y con una orquesta arreglada y conducida por Quincy Jones, logró otra versión notable.
Ninguna lista de grandes interpretaciones del jazz que se precie debería excluir jamás a Paul Demond y esta hace honor a dicho precepto. En su última grabación de estudio, de septiembre de 1974, y en cuarteto con el fantástico guitarrista canadiense Ed Bickert y una base privilegiada, Ron Carter en contrabajo y Connie Kay en batería, Desmond, con ese sonido que definía como “el de un Martini seco”, flota sobre la armonía y como nubes, teje y desteje, bordea y deshilacha y vuelve a crear al tema, siempre distinto.
Las exquisitas, casi incorpóreas y, sí, impresionistas “Nubes grises” de Franz Liszt (en una interpretación memorable de Krystian Zimerman), el primero de los Nocturnos para orquesta de Claude Debussy, por la orquesta de instrumentos –y dimensión– originales Les Siècles, fundada y dirigida por uno de los músicos del momento, François–Xavier Roth, y las envolventes nubes de King Crimson, en la magnífica “Nuages” incluida en el disco Three of a Perfect Pair, de hace ya cuarenta años, parecen ser la traducción más precisa de «Las nubes», de Szimborska, la ganadora del Nobel de 1996, que, en su segunda estrofa, dice que “es propio de ellas/ no repetirse nunca/ en formas, matices, orden y posturas”.