Django

Ted Gioia, en su libro acerca de los standards de jazz (The Jazz Standards: A Guide to the Repertoire, traducido por Turner como El canon del Jazz) define el tema inicial como “un canto fúnebre y solemne”. Se trata de veinte compases de una melodía bellísima –tal vez una de las más bellas de todo el jazz –con una lejana evocación del Andante del Octeto para cuerdas de Felix Mendelssohn– en que el gesto más evidente es la contención. El compositor era John Lewis, ex pianista de los grupos de Dizzy Gillespie, Charlie Parker y Miles Davis, fundador del Modern Jazz Quartet y activo defensor del experimentalismo de la “tercera corriente”, que buscaba integrar al jazz elementos formales de la música de tradición académica. El título del tema era “Django”, fue compuesto en 1954 y se trataba de un homenaje a Django Reinhardt, el genial guitarrista belga, que había muerto el año anterior.
“Estaba tremendamente impresionado desde que escuché unas grabaciones suyas con miembros de la banda de Teddy Hill, y un dúo increíble con Bill Coleman, de 1937. Cuando viajó a los Estados Unidos para tocar con Ellington, en 1947, vino después a un club donde tocábamos, en la calle 52, y estuvimos tocando juntos durante un buen rato. Fue maravilloso observar el cambio que se había producido en su forma de tocar, y siguió cambiando hasta el momento de su muerte”, cita Gary Giddins a John Lewis en Visions of Jazz: The First Century.


“Django” fue grabado por primera ver por el Modern Jazz Quartet, todavía con Kenny Clarke en la batería, el 23 de diciembre de 1954. El mismo grupo lo volvió a grabar en estudio con tres arreglos diferentes, y, en vivo, infinidad de veces. Su autor también lo registró en numerosas ocasiones, en piano solo y con diferentes formaciones. Miles Davis, que lo registró con una orquesta de estrellas –entre ellas John Coltrane en el saxo– y arreglos de Michel Legrand (en Legrand Jazz) afirmaba que “Django” era “una de las mejores composiciones de todos los tiempos” y Percy Heath, el contrabajista del MJQ contaba que “si no lo tocábamos en un concierto corríamos el riesgo de ser apedreados”. Decía que esa primera versión con Clarke “tenía un valor sentimental” pero aseguraba que la que más le gustaba era la que había quedado registrada en el disco The Last Concert, grabado en vivo en 1974, en la Avery Fisher Hall (en el Lincoln Center). No fue el último concierto –el grupo, como Los Chalchaleros, siguió despidiéndose durante años– pero la versión es verdaderamente extraordinaria.
Entre las distintas lecturas del propio Lewis sobresalen las dos que tuvieron como coprotagonista al compositor Gunther Schuller, la incluida en The Modern Jazz Society presents a concert of contemporary music, de 1956, con solos fantásticos del clarinetista Aaron Sachs y Lucky Thompson en saxo tenor, y las “3 Variants on a theme by John Lewis”, de Jazz Abstractions (1960) con Jim Hall y dos contrabajistas improvisando en la primera (Scott La Faro y Georges Duvivier), las cuerdas en la segunda y, en la tercera, la maravillosa flauta de Eric Dolphy. También, aunque sin letra, Lewis rubricó, con Helen Merrill, la única versión cantada, en 1976



La gran versión de Lewis a solas, convertida en una fantasía a dos voces de rara belleza, es la grabación en vivo en la Tarritown Music Hall en 1999 (en el disco Evolution).
Los arreglos de Stan Kenton, Quincy Jones y Gil Evans, la grabación de Enrique el Mono Villegas en 1957 y en Nueva York, con Milt Hinton en contrabajo y Cozy Cole en batería, Sonny Rollins con Herbie Hancock, Ron Carter y Roy McCurdy en 1964, George Gruntz en órgano de iglesia con Eberhard Weber en contrabajo y Daniel Humair en batería (1968), Oscar Peterson solo al piano en 1970, Bill Evans en dúo con Eddie Gomez, John McLaughlin junto con Jeff Beck, Ron Carter con Hubert Laws y el mismo flautista con Chet Baker en trompeta y Jim Hall en guitarra, el pianista Kenny Drew con el guitarrista Philip Catherine, Charlie Haden en dúo con Christian Escoudé, Wynton Marsalis con su grupo más orquesta de cuerdas, el cuarteto de cuerdas Turtle Island y la pianista Sophia Domancich son solo algunos de los que supieron encontrar un universo en ese tema aparentemente sencillo y tan enigmático como seductor. Allí están para desmentir tal simpleza los seis compases, en lugar de ocho, en las secciones A de los solos, y el extemporáneo bajo de boogie en la repetición final de esa sección.

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