El disco de la semana: Fauré para cello y piano

Decir que esta es la música más bella que existe es osado. Y posiblemente injusto. Con un poco más de prudencia podría, sin temor, decir que algunas de las piezas que forman parte de este disco extraordinario son de las que más me gustan –y más a menudo– entre las que conozco. Xavier Gagnepain toca un cello francés de 1878, con cuerdas de tripa, y el instrumento de Jean-Michel Dayez es un piano Érard de 1902. Brillan –paradójicamente en colores pastel– la intimidad que crean los dos intérpretes, su diálogo permanente –y la maravillosa sensación de voyeurismo al escucharlos–, y la tenue delicadeza de los matices, como envueltos en bruma.

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