Bugs Bunny, Sinatra y los clásicos

Hace unos años, en un seminario sobre crítica musical en la Fundación Tomás Eloy Martínez, buscaba ejemplos que no fueran fácilmente clasificables en un género. La idea era escuchar y describir, tratando de evitar lo que los críticos de música hacen demasiado habitualmente: hablar desde dentro de un género y hacer una crónica de nombres propios en que la música casi no es mencionada. Elegí, entre otras piezas, una que me había hecho escuchar en Colombia el sabio Jaime Andrés Monsalve: una versión de «La cabalgata de las walkyrias» por Chicha Libre, un grupo estadounidense que hace cumbia psicodélica peruana –o lo contrario–. Entre los asistentes, todos periodistas profesionales, varios hicieron observaciones sumamente interesantes acerca de la instrumentación, de la producción «low file» y de la grabación pero nadie mencionó a Wagner. Pregunté entonces si a alguno le sonaba esa música de algún otro lado. «¿Era de una película, no?», inquirió uno de ellos.

Mi primera reacción fue la más pura y apocalíptica de las indignaciones. Wagner ok, ¿pero tampoco Francis Ford Coppola? Más tranquilo, y pensando que si eso sucedía era un problema que el profesor, que era yo, debía tomar en cuenta, reparé en que Apocalypse Now tenía para ese entonces ya cerca de cuarenta años y que la música artística de tradición popular hacía mucho que había dejado de ser una referencia, aunque fuera lejana, en la cultura de masas. Ya hacía tiempo que habían desaparecido los Pitufos (los Smurfs) y su Concierto Nº 1 de Liszt en las persecuciones y su Wagner para Gargamel. Y mucho más que nadie veía –y que a nadie le haría gracia– aquel corto de Bugs Bunny travestido en walkyria.

A raíz de las versiones de Chopin y Brahms por Jane Birkin y Serge Gainsbourg pensaba en ese tercer movimiento de su tercera sinfonía, que el cine utilizó más de una vez (en Undercurrent, con Katherine Hepburn y en Angel Face, con Jean Simmons, por ejemplo), y en otras canciones que se valieron de su tema: «Take My Love», grabado por Frank Sinatra en 1951 y «Love of My Life» de Carlos Santana.

Sinatra ya había grabado a los 23 años, en 1939 y con la orquesta de Harry James, una canción basada en una pieza de tradición académica, «The Lamp is Low», compuesta sobre la Pavana para una infanta difunta. Del mismo año hay una versión sorprendente, la de Mildred Bailey con el conjunto de Red Norvo con un arreglo de Eddie Sauter cercano al politonalismo. Errol Garner, por su parte, grabó también su versión de la obra de Ravel, con el título «Pavanne», en 1950.

Tal vez la más antigua –y la más extraña– de estas incursiones sea la que la popularísima (y al mismo tiempo muchas veces experimental y vanguardista) orquesta de Paul Whiteman grabó en 1928: su «Grand Fantasia from Wagneriana».

Mi preferida, no obstante, siempre seguirá siendo aquella por la que conocí a Erik Satie. La notable «Variation on a Theme by Erik Satie, 1st Movement» de Blood, Sweat & Tears.

1 comentario en “Bugs Bunny, Sinatra y los clásicos”

  1. Silvia Calzetta

    ¡Qué buen recuerdo! No se usa música «clásica» porque a los nuevos públicos no le llega o porque el que debe elegir no la conoce????

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