Bach, el que volvía

Hay obras a las que Johann Sebastian Bach volvió muchas veces. La cantata catalogada como BWV 82 es altamente excepcional. Ni el comienzo con un aria, ni su amplia introducción instrumental ni el complejísimo desarrollo melódico –y el virtuosismo que demanda, tanto para el cantante como para un instrumento “obligato” (o sea con participación solista) eran habituales. Fue escrita en Leipzig y estrenada en el servicio del 2 de febrero de 1727, en la Fiesta de la Purificación de la Virgen. El texto para la ocasión, extraído de la Pasión de San Lucas, narra la presentación del niño Jesús en el templo y el reconocimiento del Mesías por parte del anciano Simeon (en la ilustración, la visión de Rembrandt). “Ich habe Genug” (tengo suficiente) es el primer verso y el que le da título a la cantata.
“Tengo suficiente, pues he tenido al Salvador, esperanza de los justos, en mis brazos anhelantes”, dice esa aria, profusamente ornamentada. La obra está compuesta para bajo, oboe, dos violines y bajo continuo (esa unidad conformada por lo menos por dos músicos y encargada de los acordes y del bajo, a la manera de la guitarra rítmica y el bajo eléctrico en los grupos pop). Incluye tres arias, entre las que se intercalan dos recitativos, y el tema central es la aceptación de la muerte por parte de quien ha reconocido al Mesías. De quien ya ha tenido en la vida suficiente.

La primera versión grabada por el bajo Klaus Mertens, con dirección de Sigiswal Kuijken y Marcel Ponseele en oboe es ejemplar.


El aria inciial es de una belleza sobrecogedora y la intermedia, “Schlummert ein, ihr matten Augen” (Ciérrense, párpados cansados), una melodía de una riqueza extraordinaria, fue incluida por el autor, en un arreglo para voz con acompañamiento de teclado, en el Pequeño Libro para Anna Magdalena.

Eso, y el hecho de que Bach haya realizado tres versiones distintas de la cantata, constituyen una prueba de la alta estima en que la tenía. La duda que parece haberlo atravesado es si debía personalizar el texto en Simeon o no. La versión estrenada –y su última revisión, que es la que se utilizó a partir de 1745– fueron para bajo, es decir una voz identificable con la de Simeon.

Pero se sabe que hubo una primera versión para la voz de alto –para ser cantada por un joven del coro– y en 1735 realizó una reescritura para soprano –originalmente un niño cantor– y con flauta travesera como instrumento “obligato”, en reemplazo del oboe. Una manera de poner el texto del anciano en la boca –y en el pensamiento– de cualquier fiel.

Un «alto» de un coro de niños actual difícilmente tendría el entrenamiento del integrante de un coro exlesiástico del Siglo XVIII que, seguramente, no hacía otra cosa en su vida que cantar allí. En esta versión quien canta es uno de los mejores contratenores de la actualidad, Iestyn Davies

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