Sergio Mihanovich contaba que su letra favorita era la que hizo para un tema de Jorge Calandrelli, ‘When Love Was All We Had’ (‘Cuando el amor fue todo lo que tuvimos’), un tema que Tony Bennett grabó en Art of Excellence. “Es mi mejor letra y creo que me salió bien porque estaba separándome de mi mujer”, bromeaba –o no–.
El principio o, más bien, uno de los principios posibles, había sido en un sótano. Allí había un piano vertical. Alemán. Arriba, en el primer piso, tenían un Steinway de cola. En ése se tocaba música clásica y en el de abajo su padre y sus tías, más adelante reemplazadas por sus hermanos, ensayaban y cantaban canciones populares.
Uno de los que estuvo en esa casa de la calle Montevideo fue el pianista Friedrich Gulda. A Sergio Mihanovich no le gustaba la música popular. O aún no sabía que le gustaba. Sus tías lo llevaban al Colón donde su abuelo, Carlos Berro Madero, había sido director artístico y había introducido la música de Wagner.
Todos cantaban y tocaban el piano. Y él componía –de oído, porque nunca leyó ni escribió la notación europea tradicional– piezas para piano que, contaba, “imitaban a Bach, Mozart y Chopin”. Pero el otro comienzo –el verdadero comienzo– fue unos años después. También había un piano, pero el lugar era un hotel de Nueva York donde su padre había alquilado todo un piso.
En la esquina del hotel, en la calle Lexington, había una casa de música equipada, como era habitual en ese entonces, con cabinas con tocadiscos. Y él, a los 12 años, escuchaba allí todo lo que existía. Su padre le daba un dólar por día y los discos de pasta valían 80 centavos. Salvo que fuera al cine, donde la función de la mañana, que era la más barata, costaba 25 centavos, le alcanzaba para un disco por día. En Nueva York, él descubrió a Cole Porter y comenzó a componer canciones à la Broadway. La primera que recuerda –y que siguió cantando según pasaron los años– se llamaba “I’m Sure That I Know” y la creó a los 13 años, en homenaje a Doris Day. Escribía sus letras en inglés
“Sometime Ago” (algún tiempo atrás) fue el primer tema que Mihanovich compuso al volver a los Estados Unidos, cuando John Lewis le prometió un trabajo, una paga millonaria y una casa que no existían y acabó durmiendo en un sofá, sin más horizonte que conseguir, de alguna manera, el dinero para volverse a Buenos Aires. El cuarteto de Art Farmer con Jim Hall, Steve Swallow y Walter Perkins grabó el tema en agosto de 1963 y lo incluyó en el excelente álbum Interaction. Hall había escuchado la canción en Buenos Aires, donde había estado como aconpañante de Ella Fitzgerald. Cuando terminaban su actuación se iban al Bop Club a escuchar a Mihanovich, Fitzgerald siempre pedía «Sometime Ago» y el guitarrista se quedó un poco más en esta ciudad para grabar un disco simple (de dos temas) con el compositor. Farmer, por su parte, volvió a registrar el tema más de una decena de veces.
Única canción de un argentino (aunque alguna contratapa lo atribuía a «un gran autor yugoeslavo») incluido en el Real Book (el libro sagrado del jazz, donde figuran todos los standards), este vals exquisito fue registrado 180 veces, según la enciclopedia de Tom Lord. El notable trombonista y arreglador Bob Brookmeyer lo grabó dos veces, en mayo de 1964 en su disco Bob Brookmeyer and Friends (los amigos del caso eran Stan Getz, Herbie Hancock, Elvin Jones, Ron Carter y Gary Burton) y en noviembre de ese mismo año con el cuarteto que tenía junto al trompetista Clark Terry. Entre las grandes lecturas se destacan las de Fred Hersch (en su disco E.T.C.), Lee Konitz (en Satori, con Martial Solal en piano, David Holland en contrabajo y Jack DeJohnette en batería), Cannonbal Adderley con Joe Zawinul en piano eléctrico en vivo en 1970, Joe Pass, John Abercrombie (que también lo grabó infinidad de veces) en dúo con Don Thompson y con su cuarteto con Joe Lovano, Drew Gress y Joey Baron y las cantantes Irene Kral, Karin Krog (con Steve Kuhn, Steve Swallow y Jon Christensen), Norma Winstone con John Taylor y Tony Coe, Tierney Sutton, con dos contrabajos (Ken Wild y Trey Henry) y Ray Brinker en batería y Judy Niemack con David Friedman en vibráfono y Eddie Gomez en contrabajo. Y la versión que más le gustaba a Mihanovich era, claro, la de Bill Evans, con Eddie Gomez y Elliott Zigmund, incluida en el disco You Must Believe in Spring, grabado en 1977.
“La mujer de Bill Evans era un personaje”, relataba Sergio Mihanovich. “Usaba guantes negros hasta arriba de los codos y recién después descubrí que era para tapar los pinchazos de la droga. Y ella me contó que tenían un gato que se llamaba Harmony, que amaba la forma de tocar de Bill pero huía despavorido si alguien ponía un disco de Oscar Peterson.” Cuando se conocieron, Evans no sabía que Mihanovich componía canciones y él argentino ignoraba que el pianista, poco después, grabaría una versión inolvidable de ese vals que siempre pareció hecho a su medida.
Algún tiempo atrás, en un asado convocado por Horacio Molina (cantante y asador inolvidable), Sergio Mihanovich tocó al piano y cantó varias de sus canciones, entre ellas uno de los mejores boleros jamás compuestos, con un título a lo Jane Austen: «Love and Deception» (su amigo Molina lo grabó, muy al comienzo de su carrera, cantado en castellano y traducido como «amor y decepción» («amor y engaño» hubiera sido más riguroso aunque menos musical. Algún tiempo atrás, el 7 de mayo de 2012, Sergio Mihanovich murió casi en secreto, como había vivido.
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