Soghomon Gevorgi Soghomonian, ordenado como sacerdote con el nombre de Komitas (Komitas Vardapet, lo llaman en Armenia, considerando su condición eclesiástica parte del nombre), fue, además, precursor de la etnomusicología, recopilador de más de 3000 canciones y danzas tradicionales armenias y compositor de infinidad de piezas para coro (él era también cantante y director) y creaciones notables para piano y piano y violín. Había nacido en 1869 en Kûtahya, en ese momento parte del imperio otomano y actualmente en Turquía, y murió en 1935 en París. 20 años antes lo habían arrestado y subido a un tren rumbo a Cankin, deportado junto con otras 180 personalidades armenias de las artes y las ciencias.
Era el comienzo del genocidio armenio, a manos de los otomanos modernistas conocidos como los Jóvenes Turcos. Y él se volvió loco. Fue internado en el Hospital Militar en 1916 y en 1919 lo trasladaron a París. Ya había estado en esa ciudad en momentos más gratos. En 1906, después de un concierto y una conferencia, alguien del público se acercó a él, se puso de rodillas y besó su mano. “Me inclino ante su genio, Reverendo Padre”, le había dicho Claude Debussy.
En Mayrig, a las madres armenias, un disco exquisito recién publicado, la mezzoprano Eva Zaïcik, premiada como revelación lírica en las Victoires de la Musique, Primer Premio Femenino en el Concurso Reina Elizabeth de 2018 y habitual estrella en la interpretación de música barroca, rinde tributo, junto con la pianista Xénia Malarevitch y el violinista David Haroutunian, a la música de Komitas y a la de uno de sus continuadores, Garbis Aprikian, discípulo de Olivier Messiaen, que tiene actualmente 97 años. En ese terreno incierto en que tradiciones populares y académicas se entremezclan –algo que la música le debe a los efectos de la invención de la grabación del sonido– y enriquecen mutuamente, el timbre oscuro, untuoso, de la cantante, el fraseo serpenteante del violín y la justeza del piano son el material de la seducción y el sortilegio.