El viaje imaginario

El Royal Pavillion de Brighton fue un malentendido, como cuenta con gozosa –y gozable– prosa Luis Chitarroni en «Los extranjeros definitivos», el segundo ensayo de Mil tazas de té (La Bestia Equilátera). La frase «los funcionarios tienen en general predilección por el error incorregible, que en nada se parece a la equivocación», referida al remedo, en un palacio inglés, de una India más o menos inventada valdría por sí sola la lectura de ese libro tan breve como exquisito. Chitarroni habla de viajeros.

Felix Mendelssohn realiza un dibujo en lápiz y tinta, el 7 de agosto de 1829 (11 años después de la finalización de las obras en Brighton) al que titula «Una vista de Las Hébridas», según relata Michael Steinberg en Escuchar la razón (Fondo de Cultura Económica). Mendelssohn dibujó un árbol, el Castillo de Dunillie y las siluetas de Morven y la Isla de Morn. Al día siguiente fue a visitar la gruta de Fingal (título alternativo de su Obertura Las Hébridas). No llego a verla, sin embargo, por culpa de un ataque de mareo.

Escribe Steinberg: «Cualquier registro que habite en la música sobre esa célebre gruta es un registro de algo que no ha sido visto». No importa –no aquí– discutir acerca de las capacidades descriptivas de la música. Me interesa, en cambio, la idea del viaje y, mejor aún, la del viaje imaginario. Me atrae Salgari en su escritorio inventando la selva malaya y la astucia de los elefantes que dejan a los cocodrilos en las copas de los árboles mientras son observados por calculadoras arañas con miles de ojos. Me atrae El libro de la jungla, el conjunto de obras que el inclasificable Charles Koechlin compuso fascinado por el texto de Kipling.

Me interesan la España de Bizet (tan francesa). Y la India de de los Cuatro poemas hindúes de Maurice Delage.

Y, desde ya, el Oriente de la Far East Suite grabada por Duke Ellington en 1967, a la que cualquier rastro de etnología hubiera destruido en el acto.

Algo de eso hay en el «Perpetual Tango» de John Cage (parte de la International Tango Collection encargada por Yvar Mishakoff y legada por él a su discípula, la excelente pianista argentina Haydée Schvartz. «Perpetual Tango», de John Cage: apenas un gesto evocando una sombra imaginaria, tal vez como otro tango que, en este caso, no se anuncia como tal, «Viernes santo y lluvioso», de Gerardo Gandini.

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