El 12 de septiembre de 1899, Edvard Hagerup Grieg dijo no. Era la cuarta vez que lo invitaban a París, a dirigir sus obras al frente de la Orquesta Colonne. Se trataba de uno de los acontecimientos más esperados por el público y de uno de los trabajos más rentables con los que contaría el compositor. «Mi conciencia no me permite viajar a esa ciudad», le escribió al empresario Édoauard Colonne, organizador del concierto. «Como cualquier individuo que no pertenezca a la nación francesa, estoy sacudido por la enojosa manera en que sus compatriotas entienden tanto la ley como la justicia, y mi disgusto es tal que no tengo deseo de actuar frente a un público francés.» En 1899 había explotado el escándalo Dreyfus, a partir en gran medida del artículo «Yo acuso», publicado el año anterior por Émile Zola. A fines de 1894, el capitán ingeniero Alfred Deyfus había sido condenado por espionaje a cadena perpetua y desterrado a la famosa Isla del Diablo. Las pruebas de las que se había valido el tribunal militar habían sido falsas y la culpabilidad se había presumido a partir del hecho de que el acusado era alsaciano y judío. El juicio había generado un fuerte sentimiento nacionalista y antisemita, fogoneado en particular por el periódico La Libre Parole, de Édouard Drumont, que tenía una tirada de 200 000 ejemplares diarios. Y a pesar que desde 1896 el ejército sabía que el culpable de entregar documentación secreta a los alemanes había sido otro, el mayor Ferdinand Walsin Esterhazy, el Estado Mayor se negó a reconsiderar su decisión. Finalmente, la presión de algunos intelectuales llevó a que Esterhazy fuera juzgado. No obstante fue absuelto y se convirtió en una suerte de héroe popular. La sentencia de Dreyfus no fue revisada hasta 1899 y los actos de violencia antisemita se sucedieron en toda Francia y en algunas de sus colonias como Argel.
A partir de la cancelación de su concierto parisino, Grieg recibió amenazas de muerte por correo. Volvió a dirigir en París recién en 1903, pocas semanas después de que Dreyfus fuera absuelto luego de un segundo juicio. «La tormenta pasó», le aseguró Colonne. No era cierto. El compositor y su esposa debieron contar con custodia policial para ir del hotel al teatro y fueron recibidos allí por una agresiva manifestación reunida para abuchearlo y proferirle insultos. «Hice lo que podía», contó Grieg. «Di a la orquesta la indicación de comenzar con un fortissimo y a partir de allí tuve control de la situación». Murió cuatro años después. Esa fue la última vez que estuvo en Francia.