Bach y la pasión

La película final de Andrei Tarkovsky, El sacrificio, devolvió, de alguna manera, el sentido ritual a un aria de La Pasión según San Mateo que el disco –y el desconocimiento del alemán– habían convertido en abstracta –ese sueño de las escuchas de Bach de mediados del siglo pasado–.

En el film el aria «Erbarme Dich, mein Gott» está cantada por Julia Hamari y la dirige Wolfgang Gönnenwein.

“Erbarme dich, mein Gott” (Ten piedad de mí, mi Dios) es uno de los momentos en que se comenta la acción y los dichos de los personajes: el propio Evangelista (Mateo), Cristo, Judas, Pedro, Pilato, su esposa, sirvientes. El texto es posiblemente el más conmovedor –el más humano– de la obra: “Ten piedad de mí, mi Dios, advierte mi llanto. Mira mi corazón y mis ojos que lloran amargamente ante ti. ¡Ten piedad de mí!”. Bach escribe el aria para la voz de alto, violín obligado (es decir con parte solista), violines y bajo continuo. Posiblemente haya sido cantada originalmente por un muchacho muy joven. En la actualidad, forma parte del repertorio de mezzosopranos, contraltos o contratenores. Incluso Nikolaus Harnoncourt, que en sus versiones tempranas de las cantatas había elegido la opción del joven alto masculino, en su primera grabación de la Pasión al frente del grupo Concentus Musicus, registrada en 1970, elige al contratenor Paul Esswood y en su formidable segunda versión, de 2001, a la mezzo Bernarda Fink.

Esta interpretación, por varias razones pero sobre todo porque logra transmitir al mismo tiempo la pasión y la contención (quien llora pero no quiere mostrar que llora) al decir “mein Gott” (mi Dios) es mi preferida. Pero ya se sabe, sobre gustos es casi sobre lo único que hay tanto escrito y, en todos los casos, no se habla de otra cosa que de uno mismo. Aquí, entonces, la interpretación de Fink y Harnoncourt y tres más que me parecen ejemplares, la del contratenor Andreas Scholl (tal vez una voz demasiado enamorada de sí misma) con dirección de Philippe Herreweghe, la de Eleanor Minney (estilísticamente soberbia) en la segunda grabación conducida por Sir John Eliot Gardiner (la primera era con Anne Sofie von Otter y era también extraordinaria) donde, además, el fraseo y el sonido del violín –Kati Debretzeni– trasciende cualquier posible descripción, y la más reciente, con dirección de Raphaël Pichon con su grupo Pygmalion (una Pasión demasiado brillante, para mi gusto) y la más prodigiosa y extrañamente seductora de las voces actuales, la de la contralto Lucile Richardot.

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