Retratos marinos II

La obra fue encargada por Greenpeace para su campaña “Salven a las ballenas”. Toru Takemitsu, respondió con una de sus composiciones más bellas, en la que homenajeó a Moby Dick, aquel cachalote albino inspirado, según parece, en un animal avistado en las costas de Chile, al que nadie pudo cazar y al que habían apodado Mocha Dick. Otro nombre, el de Ismael, da comienzo al que bien podría considerarse el libro de los libros, aquel que cuenta a la propia literatura, y lo hace desde su extraordinario comienzo: “Llámenme Ismael”. Una declaración que, al mismo tiempo, da un nombre y lo quita. Ese “llámenme” podría significar, sencillamente, que cualquier nombre daría lo mismo.

Takemitsu, no obstante, en esa composición para flauta alto y guitarra, sin medidas de tiempo estrictas (su partitura no tiene barras de compás), pensó sobre todo en el mar y en una frase en particular del Moby Dick de Herman Melville: “La meditación y el agua están casados para siempre”.

La obra es de 1981 y tuvo dos reescrituras posteriores, para flauta alto, arpa y orquesta de cuerdas, ese mismo año, y ocho después para flauta en sol y arpa. Está estructurada en tres partes, “La noche”, “Moby Dick” y “Cape Cod”. Su título es Toward the sea (Hacia el mar). Takemitsu dijo de ella que era un “homenaje al mar, que creó todas las cosas, y un boceto sobre el mar de la tonalidad”.

Tal vez no haya estado ausente, en esa partida hacia el mar, el recuerdo del extraordinario ballet creado por John Houston en los mástiles, en el momento en que  el Pequod iza sus velas. Al fin y al cabo Takemitsu, que compuso la banda de sonido para 93 films –para Akira Kurosawa entre otros–  había dicho: “La razón por la que amo el cine es porque lo experimento como si se tratara de música·.

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