En una película llamada El viejo Hucha y dirigida por su hermano Lucas, él estrenaba un tango nuevo. El actor Osvaldo Miranda hacía que lo cantaba. Cuentan que Lucio Demare lo había compuesto en un café, mientras Homero Manzi le iba dictando una letra, a medida que se le ocurría. La canción era “Malena”. Lucio Demare compuso infinidad de músicas para el cine, Prisioneros de la tierra (de Sofficci), y La guerra gaucha (de Lucas Demare) entre ellas. Había empezado en el mundo del espectáculo siendo un niño. Había nacido en 1906 y en el 17 ya acompañaba en audiciones radiales a una cantante infantil, de su misma edad, que más adelante sería conocida como Imperio Argentina. A los 20 actuaba en Europa, con la orquesta de Juan Canaro. En 1938, fundó su primera orquesta en Buenos Aires, compartiendo la dirección con el violinista Elvino Vardaro. Fue el autor de algunas de las piezas más perfectas del género: “Mañanitas de Montmartre”, “Mañana zarpa un barco”, “Tal vez será su voz”, “Malena”. Nunca fue el músico más popular aunque tal vez sí el más romántico. En 1968 grabó una joya de rara belleza que, como casi toda su vida, pasó desapercibida. Editado originalmente por el sello Disc Jockey, Sus tangos agrupaba, sencillamente, aquello que Demare amaba tocar a solas en el piano. Tangos suyos y tangos que hacía suyos. El piano era horrible y la grabación es técnicamente espantosa. Y nada de eso importa.