Diciembre de 2019. Tel Aviv. La Orquesta Filarmónica de Israel con su nuevo titular, el talentosísimo Lashav Shani. Y Martha Argerich como solista. La grabación acaba de publicarse en el sello Avanti. Las obras elegidas son el Concierto Nº 2 de Beethoven y el Concierto en Sol de Ravel. Según la revista inglesa Gramophone, existen en catálogo 11 grabaciones de la pianista haciendo la primera de las obras y 15 interpretando la segunda. En el momento del concierto, la intérprete tenía 78 años. Y la pregunta, obvia, es, ¿hacía falta otra grabación de Argerich tocando estas obras?. La respuesta la da la grabación misma. Independientemente de la excelencia de la orquesta, de la complicidad del director y de la calidad de la grabación, Argerich vuelve a hacerlo de nuevo. Es decir: vuelve a tocar las obras como siempre. Como si cada una de ellas fuera la primera vez. Como si no existiera nada parecido a la costumbre o el agotamiento. Posiblemente ella no podría tocar dos veces exactamente de la misma manera ni aunque quisiera. Parte del milagro está en su propia manera de conectarse con la música, como si al tocar con sus manos el teclado fuera un pez volviendo al agua y disfrutando cada gota de oxígeno que vuelve a circular por su cuerpo. Y parte del sortilegio corresponde a la energía que es capaz de transmitir a los otros músicos, que nunca saben exactamente lo que sucederá y deben seguirla montados en su estela. Su manera de amplificar un micro pasaje, de acentuar lo que nadie –ni ella anteriormente– había descubierto allí, la forma en que devora los movimientos finales, comenzándolos casi sin respirar al terminar los anteriores y llevando a la orquesta completa en ese vértigo, es inigualable. No solo se trata de una pianista eternamente joven. Es una pianista eternamente nueva.
Excelente reseña. Gracias por la recomendación